Cuando llegué a Francia Sirpi,
una pequeña comunidad miskita cerca de la frontera entre Nicaragua y Honduras,
me sorprendió descubrir que, durante los años 80, aquel minúsculo asentamiento
había gozado de un servicio que, para el tiempo de mi visita –el año 2001- , se
había convertido en un lujo de película futurista: la electricidad.Una vez terminado mi servicio
voluntario, y después de diez meses de cartas a la luz de la vela, duchas con
agua de lluvia y largas caminatas por los intrincados senderos del “untara”, me
encaramé como pude a un camión de carga que venía de Waspam y que me llevaría a
lo que entonces me pareció el apogeo del mundo civilizado: Bilwi.
Ducharse volvía a ser cosa de
girar una llave y para robarle minutos a la noche bastaba con apretar un botón.
Comprar volvía a ser un gusto, caminando a través de los frescos pasillos de un
supermercado con aire acondicionado. La guinda de la torta, por supuesto, no
podía ser otra más que el cine. Mientras que en la jungla el entretenimiento
nocturno se restringía a juegos de cartas y al dudoso espectáculo que nos
proveía una serpiente y un pequeño ratón encerrados en una jaula de malla,
Bilwi ofrecía lo último del séptimo arte desde una cómoda butaca.
Diez años pasaron hasta mi
siguiente visita a la capital de la Región Autónoma del Atlántico Norte. Me
bastó caminar un par de cuadras para darme cuenta que seguía congelada en el
tiempo. Sus mismos negocios, mismos dueños, mismos problemas. Es la suerte que
le tocó a esta ciudad, pensé, siempre postergada, histórica y geográficamente
aislada, unida al resto del país tan solo por una huella de carretas con
ínfulas de carretera. Culpar a sus esforzados habitantes de su atraso sería
injusto.
Y, sin embargo, lo que realmente
me llamó la atención no fue la ausencia de nuevas edificaciones o de mejoras
estructurales o viales, ni tampoco el aumento de la delincuencia y las
pandillas, sino el descubrir que el cine en cuyas butacas enamoré a una bella
porteña mientras en la pantalla Peter Parker se transformaba en el hombre
araña, era ahora una oscura tienda de zapatos, y que el también único supermercado
del pueblo, en cuyos pasillos solía refugiarme del calor del mediodía caribeño,
tenía sus días contados.
¿El denominador común en la
quiebra de ambos locales? El desmedidamente alto costo de la electricidad.
No pude dejar de pensar en
Francia Sirpi y la historia de su progreso atascado en reversa, su luminoso
pasado y oscuro presente. ¿Se estaría repitiendo la misma historia en la cabeza
de la R.A.A.N.? Los continuos cortes de agua y luz así lo parecían y parecen
sugerir.
La causa de esta crisis
energética –que desde luego afecta a comerciantes y vecinos por igual- radicaría,
de acuerdo a algunos miembros de la comunidad porteña, en lo viejo y
deteriorado de la maquinaria empleada por la empresa a cargo de la concesión. Más
aún, existen rumores de que otras empresas, con mayor capital y mejores equipos,
habrían intentado disputar esta concesión. Demás está decir que sin éxito. Los rumores, por supuesto, van
más allá todavía. Pero explicitarlos no es necesario. Basta con hacerse una
pregunta que cae de cajón: ¿por qué una empresa que actualmente presta un
deficiente servicio a la población continúa
con la concesión energética en Puerto Cabezas? ¿Será descabellado pensar
siquiera en la posibilidad de que hubiese, por parte de quienes otorgan esta
concesión, intereses económicos de por medio? Honestamente, lo ignoro. Es
posible que la realidad sea otra, y que solo se trate de rumores mal
intencionados. Como también es posible que no.
Lo que si sé, o por lo menos creo
adivinar, es que de seguir el curso actual de las cosas, no me extrañaría que
dentro de otros diez años tenga que regresar a Bilwi ya no en avión, y ni
siquiera en bus, sino en pipante o cayuco, bordeando de sur a norte gran parte
de la costa caribe de Nicaragua hasta divisar, a lo lejos, el perfil de las
chozas de una aldea que una vez fuera ciudad, en cuyo centro, ahí donde otrora
existiera una glorieta y un parque con juegos para niños, se podrá ver, sentado
en un trono de caoba y rodeado por un séquito de guerreros y consejeros, nuevamente al rey mosco reinando en gloria y
majestad a la luz de luna y las estrellas.
2 comentarios:
I lived in Francia Sirpi for most of 1972 as a Peace Corps Volunteer. Lots of wonderful people working hard within almost impossible conditions...no electric, no running water and very rustic homes and buildings. I remember my time there very fondly. I am very happy to see that the community has progressed well! Don Tomas
siuna1972@yahoo.com
Que bueno mi reyes que fueron un día queremos recuperar nuestro reyes.salir esclavitud de Nicaragua.
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